Me encanta viajar. Me encanta descubrir nuevos rincones. Desde aquí os iré contando cada uno de mis viajes...de mis paradas, y como no, de todos los que me quedan por hacer.
Viajar es abrir la mente a nuevas culturas, nuevas formas de ver las cosas. Horizontes que son inimaginables, sorpresas de dimensiones extraordinarias.
En este caso, comienzo por un trocito de una de mis ciudades de cuento preferidas...PRAGA.
Praga, rebosa encanto. Es una ciudad pequeñita, de cuento, que es muy fácil de recorrer a pie. Estoy muy acostumbrada a patearme las ciudades, y esta además es cómoda. Perderse por sus calles pequeñitas, con pequeños comercios, la mayoría jugueterias antíguas o joyerías llenas de granates y ámbar.
La presencia de un Castillo en lo alto de una colina (con una micro ciudad dentro de él, sin perderse pasar por la Calleja de Oro y su Catedral de San Vito) , el río Moldava a sus píes con sus elegantes puentes, y una plaza con un reloj astronómico, le dan todos los motivos por la que no hay que dejar de visitarla. Es sencillamente, PRECIOSA y ESPECTACULAR. No conozco a nadie que no le guste Praga. Edificios de color pastel, que tiñen sus calles. Suelos empedrados. Edificios míticos que conservan la esencia de su época, a penas sin destrozar después de la 2º Guerra Mundial, tras negociar la salida de los alemanes (flaqueados por el ejército de Estados unidos y el soviético) a cambio de no destrozar más edificios.
Referente al ejército alemán, y a los alemanes que llegaron a la ciudad al estallar la guerra, en gran parte judíos, se creó un Barrio Judío, donde actualmente se encuentra el cementerio judío con más encanto de todos (dentro del encanto que pueda revelarnos un cementerio, a mí me conmovió, y no sé si la palabra “encanto” es la más adecuada...). Con sus 5 sinagogas, donde la española -para mi gusto- se lleva la palma. Decoración morisca y con cierto aire a nuestra Alhambra de Granada. Impactante pasear por esos suelos, sabiendo todo lo acontecido allí, hace poco más de 50 años.
Cabe destacar también, la Torre de la Pólvora (puerta de la antigua muralla fortificada, destruida por un incendio), el puente Carlos con sus 30 estatuas y lleno de gente bohémia, y la plaza de Wenceslao. Que no quepa duda alguna, que todo esto me encantó, algo que normalmente nadie suele visitar y que yo ví de casualidad, fue el Clementinum. Actualmente alberga la Biblioteca Nacional y para mí es de visita obligada. Es la típica biblioteca de cuentos, barroca, llena de libros, con luz tenue y grandes globos terráqueos, que te transportan al pasado y hace que esa imagen te dure para siempre en la memoria. Está en frente del Puente Carlos, en la parte de la Ciudad Vieja, y el edificio a priori, pasa desapercibido, no siendo muy visitada por el turista.
Creo que os podría contar mil y un detalle más, pero es mucho mejor, que la propia ciudad te despierte esa sensación que a mí me despertó cuando la descubrí, y que no he olvidado en ningún momento.
¡A viajar!