Primero pasaríamos por Zion Park. Al igual que me pasó con Yosemite, es un parque que ofrece muchísimas posibilidades de rutas a pie, trekking, etc. Yo seguía sin poder arriesgarme, así que tan sólo hacíamos rutas a pie sin mucha complicación. Aun así los paisajes han merecido la pena. En Zion no estuvimos mucho, sólo un poco media mañana, comímos allí y ya teníamos que partir hasta Bryce Canyon para ver atardecer. Aun así nos dió tiempo a hacer la caminata pertinente, y descansar junto a un río para refrescarnos los pies.
Pusimos rumbo hacia Bryce Canyon. Tenía especialmente ganas de ver este parque, y no me decepcionó en absoluto. Fue increible ver la puesta de sol en Sunset Point. Bryce Canyon es característico por su “hoodoos” ( hooooodoooorr, hodoooorrr, hollldddd the door, holllddd the door, jajaja , si se me ha ido un poco la cabeza...¡ya me pongo seria!) o también conocidas como “chimeneas de las hadas”. Es exuberante la mágia del lugar. Uno de los atardeceres más bonitos junto con Monument Valley. Normalmente estos parques se visitan menos, ya que tienes que hacer bastántes kilómetros extra en un viaje “normal” de la Costa Oeste Estadounidense, pero cuando llegué al mirador del Anfiteatro, supe que había merecido la pena. Increibles vistas, con una degradación de colores tierras, anaranjados, blancos con la puesta de sol. Visitamos Sunset point, Sunrise point, Miracle point, Inspiration Point y Bryce point. Todas ellas increibles. ¡Me encantó el parque!
Dejamos el sol escondido hasta el día siguiente, y nos quedaba aún un buen rato en carretera hasta llegar a nuestra ciudad dormitorio, Kanab. Teníamos aproximadamente una hora y media hasta llegar a nuestro hotel. En ambos parques habíamos estado caminando, por lo que si le sumamos la cantidad de kilómetros, es comprensible sentirte agotado. Decidí conducir yo. Terminé conduciendo con una noche cerrada absoluta, en carreteras sin nada de iluminación, tan sólo lo que la luna proyectaba entre algunos árboles. Me quedé fijamente mirando el cielo... jamás habia visto un cielo tan estrellado como aquel. Sin un mínimo de iluminación artificial en kilómetros a la redonda, me ofrecía un marco inigualable del firmamento. Quedé atónita por segundos. Menos mal que Jose me avisó de repente, que algo había en la carretera. Tuve que dar un pequeño volantazo, para no atropellar a un ciervo o un reno (no me dió ni tiempo a distinguir) enorme, plantado en mitad de la carretera, y sin pocas ganas si quiera, de quitarse para no ser arrollado. Vaya susto me dí. Otra experiencia que jamás olvidaré junto con la del oso en Yosemite.
Ya me espabilé para lo que quedaba de trayecto. Comentar que conducir en Estados Unidos es para tontos. Todos los coches son automáticos, así que es como estar en los coches de choque, tú solo preocupate del volante que el coche hace el resto. Y encima allí las distancias son enormes, por lo que puede resultar a veces aburrido. Menos mal que a nosotros nos encantaba, y encima el coche que llevábamos era un todoterreno (luego entenderéis por qué no cogimos un mustang descapotable...jejeje)y nos resultó super cómodo durante todo el recorrido.
Llegamos a Kanab, y como cualquier pueblo de EEUU, sin a penas vida pasadas las 21h. Cenamos en un restaurante chulo de allí y a descansar que al día siguiente teníamos otro duro día por delante.
Nos levantamos, y estábamos relativamente cerca de nuestro siguiente parque. Ese día visitamos Antelope Canyon (Lower) y Horseshoe Bend por la mañana, y después nos dirijiamos a Monument Valley. Peeeeroooooo, jejejeje, sí , ya lo sabéis, en el siguiente post.
Espero que os haya gustado.
¡Nos vemos!